La Selección dejó escapar otra victoria en el Rommel y llega a noviembre con la calculadora en la mano: depende de sí misma, pero ya no puede regalar nada.
Panamá empató 1–1 ante Surinam en el Rommel Fernández. El resultado la deja líder compartido del Grupo A con 6 puntos, igual que Surinam, y con Guatemala a un punto (5) después de ganar en San Salvador. El cierre será de alto voltaje: Guatemala vs. Panamá (13 de noviembre) y Panamá vs. El Salvador (18 de noviembre). Todo está en juego, y el margen de error se agotó.
El propio Thomas Christiansen lo dijo sin rodeos: “En casa no se pueden perder puntos.” Y, sin embargo, Panamá ya cedió dos empates en el Rommel en esta fase (Guatemala en septiembre y ahora Surinam). Es una contradicción que explica por qué la clasificación, que parecía encaminada, hoy exige carácter y precisión quirúrgica en los detalles.
Lo positivo: este equipo compite siempre. Ganó con jerarquía en San Salvador (0–1) y reaccionó a tiempo ante Surinam con el gol de Ismael Díaz para evitar el naufragio. Hay fondo anímico, hay oficio, y se nota una base que viene jugando junta desde hace ciclos, consolidada bajo el mismo cuerpo técnico.
Lo preocupante: se repite el mismo pecado. Panamá sufre cuando el rival lo corre en transición y, con el marcador apretado, le cuesta matar los partidos. Surinam abrió el marcador justamente en un contragolpe; en casa, con el público empujando, eso es una puñalada táctica que obliga a remar contracorriente. El patrón no es nuevo: ya Guatemala le había lastimado desde la simpleza —bloque medio, orden y eficacia a balón parado— para arañar un punto en septiembre. Concacaf+1
El vídeo que motiva esta nota —crítico con la falta de contundencia, la gestión de cambios y ciertos desajustes a balón parado— no va desencaminado. La creación de ventajas por dentro se ralentiza cuando el equipo cae en centros previsibles; y cuando el gol no llega, se sienten la ansiedad y las piernas pesadas. A esta Panamá le conviene acelerar la circulación con un interior que rompa líneas y le meta ritmo al último pase, además de ajustar la cobertura del lateral opuesto cada vez que el equipo pierde la pelota en campo rival.
Con esto claro, la hoja de ruta es nítida:
- Guatemala (visita): partido de ajedrez y nervios. El Chapín llega lanzado tras ganar en el Cuscatlán; para Panamá, anotar primero vale oro porque obliga al local a exponerse. Gestión fina de los tiempos y cero concesiones a la contra. Diario AS
- El Salvador (casa): ahí no hay matices, son tres puntos obligatorios. El guion pide presión alta sostenia, pero con balance: si algo enseñó el empate con Surinam es que no se puede partir el equipo.
También toca hablar de jerarquía. Los líderes (Díaz, Fajardo, Harvey, Córdoba) ya aparecieron en momentos críticos durante la ventana. En noviembre necesitarán repetir y contagiar. Y Christiansen, que ha llevado al equipo a finales y a un nivel competitivo inédito, tiene ahora la oportunidad de corregir lo micro para que el plan macro (clasificar directo) no dependa de terceros.
Veredicto de opinión: Panamá está a un gol —o a una jugada bien defendida— de despejar todas las dudas. El techo futbolístico está ahí; lo que no puede repetirse es el déjà vu de regalar puntos en casa. Si el equipo ajusta las transiciones defensivas, acelera por dentro y se anima a rematar sin tanto pase de más, clasifica. Si vuelve a perdonar, sufrirá. La diferencia es mínima… y se define en noviembre.
Próximas citas clave: 13 y 18 de noviembre de 2025. No hay excusas: 90 minutos de atención total y el Mundial quedará a tiro.